Cuando mis padres decidieron llamarme Mariela no creo que ellos pensaron que para algunas personas podría ser difícil pronunciarlo. Como fue un nombre más bien común entre las niñas de mi generación en mi país, nunca encontré problema alguno con él hasta que me mudé al extranjero. Lo más interesante es que me he encontrado con estos tanto en países de habla hispana como en los que se habla otro idioma.
Con base en mi experiencia, por ejemplo, parecería que Mariela no es nombre común en México así que cuando viví allá me llamaban Marielena, Marisela, Marcela, Mirela, etc…de todo menos Mariela, lo cual siempre me hizo pensar en cómo una palabra tan simple de solo 3 sílabas podría convertirse en una totalmente diferente con tanta frecuencia. Hasta el día de hoy, eso es un misterio para mí.
Aquí en los EE.UU., especialmente en el sur, la gente tiende a asumir que mi nombre es María y es así como me llama al leer mi nombre, lo cual, debo admitir, me molesta. Cuando eso sucede, yo pienso "¡se te olvidaron unas cuantas letras!". Supongo que la gente sencillamente tiene pereza y no quieren molestarse en intentar pronunciarlo bien.
Y ya que acabo de mencionar lo anterior, también debo decir que afortunadamente sí me encuentro con gente que se esfuerza en pronunciar mi nombre correctamente y que es un gesto que de verdad agradezco. Puede que me llamen Marila o algo así pero por lo menos lo intentan así que les doy puntos extra.
Aún no me decido entre decir mi nombre como lo pronunciamos en español, utilizar la versión estadounidense (Mary Ella) o decir cómo se escribe. Cada vez que me preguntan mi nombre mentalmente hago un rápido análisis y decido en ese instante si debo ir con la opción A, con la opción B o la opción C, según quién me pregunte. Sí, estoy un poco sesgada. Esta táctica me ha dado sorpresas (cuando menos lo espero a veces una persona puede pronunciarlo correctamente), pero casi siempre elijo lo correcto.
Y, por supuesto, siempre hay una cuarta opción: temporalmente adoptar un sobre simple y fácil, como Judy o Betty. Esto funciona perfectamente en lugares como Starbucks donde no hay tiempo para explicaciones. No obstante, es un poco riesgoso porque tengo muy mala memoria en el corto plazo: puede ser que olvide qué nombre he dado al pedir y podría acabar tomándome un frappuccino ven en lugar de un latte tall.
Sé que no soy la única a la que le pasa esto. Por ejemplo, mi amiga Shannon me cuenta que a ella le llaman Shannon todo el tiempo...a ella también le molesta cuando eso sucede. Supongo que para ambas nuestros nombres son una gran parte de nuestra identidad, por lo que nos rehusamos a que nos llamen por otro nombre. Mmmm, pensándolo bien, quizá tenemos que relajarnos un poco y dejar que la gente decida que nombre nos sienta mejor...¡ese puede ser un experimento interesante!