¡GRACIAS!

He querido escribir esta pieza desde hace un par de semanas pero como suelo postergar mis tareas pendiente tuve que esperar a que llegara el Día de Acción de Gracias, junto con todos los recordatorios a través de Facebook, para que por fin dedicara tiempo a hacerlo. No tenía excusas para más retrasos, tenía que escribir esto ya.

He dicho muchas veces que me considero una persona afortunada por la vida que me ha tocado vivir: una infancia y adolescencia maravillosas, rodeada de una familia muy afectuosa (una muy GRANDE, como es usual en la cultura latinoamericana), así como una cantidad infinita de bendiciones en la forma de amigos incondicionales (a través de las diferentes etapas de mi vida), lecciones únicas (tanto en el colegio como en la vida en general) y viajes fascinantes (quizá la mejor escuela que uno puede tener). No obstante, hay circunstancias que me hacen pensar y decirme  a mí misma: "¡Pucha Mariela, de verdad tienes MUCHAS bendiciones!"

Tuve uno de esos momentos el mes pasado, cuando mi querido Chaski ("mi medio de transporte principal") decidió que era momento de retirarse debido a un problema con la transmisión. De repente, me encontré sin coche, aunque debía haber previsto que esto podía pasar con un auto de más de 10 años. Como fuera, no fue la situación ideal, especialmente si vives en una ciudad en la que el transporte público es casi inexistente y tu oficina se encuentra a más de 25 millas de tu casa. Para empeorar las cosas, en esos días tenía programados varios viajes personales y de trabajo que no podía cancelar.

Demás está decir que estaba en un estado de confusión: triste, molesta, preocupada, indecisa, etc. Mientras pasaba por este episodio, sin embargo, todas las personas con las que me topé trataron de ayudarme como podían. Unos amigos me llevaron a (y me recogieron de) el aeropuerto, el alquiler de coches, el mecánico y la clase de yoga. También me dieron consejos en todo, desde si debía arreglar mi coche o comprarme uno nuevo, hasta qué buscar en un coche y cómo negociar si decidía comprarme uno, etc. ¡Una buena amiga (o más bien, un ángel) incluso me prestó su coche por más de una semana para que tuviera más tiempo para tomar una decisión!

Lo más interesante fue que no todas las personas que me ayudaron eran súper cercanas a mí. De hecho, a varias de ellas casi no conocía o eran amigos de amigos. Esto hizo que fuera algo aún más especial...ahora no solo les estoy agradecida por su ayuda sino que creo más que nunca en la generosidad de la gente y en la fuerza de contar con una comunidad. De esa manera, la vida me dio una invaluable lección más de la importancia de la gente en tu vida.

Así que, en este Día de Acción de Gracias, solo quiero concluir esta nota diciendo que de todas las bendiciones que tengo, ustedes mi gente (tanto mi familia como mis viejos y nuevos amigos, aquí en los EE.UU. y en el extranjero) son los #1.

¡GRACIAS POR SER PARTE DE MI VIDA!